Se controlaba con un mando enorme que albergaba en su interior 4 o 6 de pilas de las gordas, que se gastaban en dos veces que lo utilizabas.
El mando tenía un volante, unos pocos botones y un cable que era tan corto que hacía que te tuvieras que desplazar sin alejarte demasiado del coche.
Aquellos coches teledirigidos de los años 70 y 80 causaron furor.
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