A finales de los 70 y principios de los ochenta llegó a las jugueterías todo un ejército de soldaditos de plástico.
Se vendían en un sobre que presentaba, normalmente, una aguerrida portada. Cada sobre contenía generalmente una cincuentena de figuritas de temática bélica, aunque también, dependiendo de la serie, podían tratar sobre el oeste, carreras de coches o incluso robots.
Lo mejor de todo era el precio. Por un duro (5 pesetas) el niño del momento podía disponer de todo una legión de guerreros, eso sí, de la más baja calidad. Las rebabas más vistosas y multiformes solían recubrir los bordes de los cuerpos marciales, y los rostros de los combatientes solían ser borrosos, igual que los detalles de los uniformes. Aun así eran fenomenales para recrear populosas batallas en las más variadas épocas históricas.
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